Nuestra primera defensa frente a cualquier agresión, como podría ser el caso de una infección es la inmunidad innata e inmunidad adquirida. Nuestra inmunidad natural o innata ésta comienza por las barreras físicas del cuerpo, es decir, por nuestra piel y por las mucosas.
«A continuación se encontrarían el conjunto de células y de factores solubles que están en todo nuestro cuerpo para combatir en un primer choque a todo organismo dañino», según informa en una entrevista con Infosalus el presidente de la Sociedad Española de Inmunología (SEI), el doctor Marcos López Hoyos.
En muchas ocasiones, sostiene que estos ‘soldados de choque’ son capaces de eliminar al agente invasor sin que el resto de la complicada y perfecta maquinaria de la respuesta inmunitaria tenga que actuar. «Son células (como los granulocitos, los monocitos, las células dendríticas y otras) capaces de reaccionar frente a multitud de agentes peligrosos y tienen una gran potencia biológica, aunque no pueden actuar durante mucho tiempo», advierte.
Ahora bien, el inmunólogo remarca que todas las personas tenemos inmunidad innata: «La línea de defensa principal en el recién nacido es la inmunidad natural o innata. De hecho, las personas con defectos genéticos en estos componentes suelen tener enfermedades o inmunodeficiencias primarias muy graves que cursan con infecciones desde la infancia temprana y con desarrollo de problemas tumorales, entre otros problemas».
Según concreta, la inmunidad innata reacciona frente unas moléculas que indican un peligro endógeno para el organismo (un ejemplo que todo el mundo conoce es el ácido úrico causante de la gota, por ejemplo), y también todo peligro exógeno, por ejemplo asociado a los microorganismos patógenos, y que denominamos patrones moleculares asociados a patógenos.
Así, el presidente de la SEI avisa de que los principales fenómenos que le pueden afectar están asociados al estrés y a la fatiga, así como relacionados con una mala alimentación, o con traumatismos frecuentes, por ejemplo. Sobre cómo reforzarla, el doctor López Hoyos indica que no se precisa ninguna medida extraordinaria.
«Simplemente vale con llevar una vida sana, manteniendo el descanso nocturno con las horas necesarias, evitar el estrés permanente, una alimentación sana y equilibrada sin necesidad de suplementos dietéticos, la realización de ejercicio, y caminar de forma regular, así como mantener una exposición al sol (con la debida protección frente a los rayos UVA) diaria, entre otros factores», relata el especialista.
La inmunidad adaptativa
Por otro lado, las personas cuentan con inmunidad adaptativa, la parte de la respuesta inmunitaria superespecializada, y que comienza a actuar porque los componentes de la respuesta innata les mandan señales para que comiencen a actuar porque no pueden con el peligro generado. «Se compone del ejército de francotiradores», según subraya y, en concreto, dice que esta respuesta específica tiene dos partes fundamentales:
1. La celular, y la humoral o de anticuerpos. En la primera entran en juego las células T (CD4 o cooperadoras y CD8 o citotóxicas), que contribuyen a montar toda esa respuesta especializada.
2. Las células B son las que se diferencian a unas células plasmáticas que producirán los anticuerpos que suelen tener una función neutralizante del peligro.
«Esta inmunidad adaptativa cuenta con las células T y las células B tan especializadas. Somos capaces de tener un tipo de estas células para cada variante de un agente peligroso para el organismo. Si aparece ese peligro, ese tipo específico, que denominamos ‘clon’, es capaz de proliferar y de expandirse tanto como sea necesario para eliminar el peligro», señala.
Para ello, el presidente de la SEI menciona que todas las células de esta respuesta adaptativa se comunican entre ellas con multitud de receptores en la superficie de las células, y con factores expresados, tanto en la superficie de las células como solubles en la circulación y en los tejidos. «Estos factores solubles que engarzan todos, este funcionamiento exquisito, lo denominamos ‘citocinas'», precisa.
«Todo este ejército de células inmunitarias tan especializadas, además son muy plásticas, y son capaces de adaptar sus capacidades en función de cómo va siendo la batalla frente al agente peligroso. Por eso, se denomina ‘inmunidad adaptativa’: se adaptan a la amenaza», recalca el doctor López Hoyos.
La importancia de la vacunación y del suero con anticuerpos
Ahora bien, al cuerpo muchas veces podemos ayudarle y entrenarle frente a posibles infecciones. Aquí entrarían en juego las vacunas, y la seroterapia, que tanto protagonismo ha logrado en esta pandemia de la COVID-19. «Ambas, se basan en el empleo de anticuerpos pero para una población diferente y con fines distintos: seroterapia para tratar infectados, y vacunación para prevenir la infección en personas que no la han pasado», remarca el especialista.
La seroterapia consiste en el suero de pacientes convalecientes que han demostrado una respuesta inmunitaria adaptativa con producción de anticuerpos neutralizantes: «Se trata de un tratamiento pasivo en el que no se induce una respuesta, sino que se emplean los anticuerpos presentes en el suero de personas recuperadas por ejemplo de la COVID-19, para tratar a personas infectadas y en situación clínica grave».
En el caso de las vacunas, el doctor López dice que se entrena al sistema inmunitario frente a un hipotético enfrentamiento frente a la infección, pero sin pasarla; éste aprende a reconocer y a preparar la mejor estrategia para combatir ese agente infeccioso o peligroso. «Es un tratamiento preventivo, para evitar la infección, por lo tanto, a aplicar a personas que no han sido infectadas», puntualiza.
Eso sí, precisa que la inmunidad adaptativa no aumenta cuanto más vacunas recibimos, dado que las vacunas inducen la respuesta adaptativa específica frente al agente que vacunamos. «En ciertas vacunaciones, sí es preciso dar más de una dosis (por ejemplo, en la hepatitis B) para inducir una respuesta adaptativa adecuada», añade.
A su juicio, tanto las vacunas como la seroterapia son importantes para combatir a la COVID-19: «La seroterapia ya se está empleando en el contexto de ensayos clínicos con resultados aún por confirmar, pero que parece ser efectiva como tratamiento».
En cuanto a la vacunación, dice que es en estos momentos «el santo grial de la COVID-19», y ya hay decenas de grupos desarrollando estas vacunas, algunas en fase más avanzada (algunas incluso en fase 3 donde ya se prueba la efectividad para prevenir la enfermedad de la vacuna frente a otras, como ocurre con la que se ha desarrollado en la Universidad de Oxford), y otras en fases menos avanzadas (fases 1 o 2, en donde se comprueba que la vacuna no genera ningún problema de seguridad.
Con todo ello, el presidente de la SEI concluye que la respuesta inmunitaria mediada por anticuerpos es una parte más de la inmunidad frente al SARS CoV-2, si bien resalta que no es la única. «Es probable que la otra rama de la respuesta inmunitaria especializada o adaptativa, mediada por células T, sea más importante incluso», según advierte, dado que «parte de estas células T sabemos que tienen reacción cruzada frente a los coronavirus estacionales y que pueden explicar parte de la protección de la población frente al SARS CoV-2».
Además, el experto subraya que en la COVID-19 se inducen células T específicas frente al SARS CoV-2: «Se producen tanto células T CD4 o cooperadoras (que ayudan a mantener una memoria inmunológica duradera y contribuyen también a la respuesta de anticuerpos), y células T CD8 o citotóxicas antivirales. La generación de células T memoria de estos dos tipos inducen una protección tanto o más potente frente al virus que los anticuerpos».
De todos modos, el presidente de la Sociedad Española de Inmunología (SEI), el doctor Marcos López Hoyos, mantiene que se trata de datos que se deben estudiar más profundamente y confirmar.
«Para ello es importante que los inmunólogos podamos estudiar no sólo la respuesta de anticuerpos a la que hora se ha puesto más foco, sino también la respuesta inmunitaria mediada por células T, y las otras de la respuesta innata de las que hemos hablado anteriormente. Desde el principio de la pandemia hemos insistido en la importancia de estas dos ramas de la respuesta y parece que ahora, cuando comprobamos que la tasa de producción de anticuerpos no es tan alta, es cuando la gente se fija en ellas», sentencia.