“Ayni” es un vocablo quechua que significa colaboración o ayuda mutua. Y así, Ayni Lab, es el nombre del laboratorio de innovación social del Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social del Perú (MIDIS). Desde allí le propusieron a Innóvate Perú lanzar una convocatoria para avanzar en la solución de una problemática que sigue siendo prioritaria en el país: la anemia que padecen más del 43 por ciento de niños entre los seis meses y los casi tres años.
Se trata de un asunto de salud pública “grave”; así clasifica la Organización Mundial de la Salud (OMS) esta afección cuando se supera el 40 por ciento. Se padece anemia cuando no se tienen suficientes glóbulos rojos en la sangre. Implica que no se transporta suficiente oxígeno a los tejidos y órganos del cuerpo. En la práctica, para un niño de tres años eso le puede significar un subdesarrollo físico y mental que le impida ponerse a la par, para siempre, con niños de su misma edad, incluso si después supera la afección.
Antes de curar, hay un paso imprescindible: diagnosticar debidamente a la población afectada. José Enrique Velásquez, secretario técnico del Ayni Lab, explica que existen diferentes tipos de obstáculos, desde familias que rechazan las punciones con las que se obtienen muestras de sangre en los niños, hasta recursos insuficientes (humanos y físicos) para tomar y almacenar debidamente las muestras en zonas remotas.
La app funciona con fotos de la cara interna del párpado inferior. De acuerdo a su coloración, un algoritmo determina si el diagnosticado padece de anemia severa o moderada.
Es por eso que se plantearon el desafío de encontrar un método de diagnóstico no invasivo (que no requiriera punción) y vieron en Innóvate Perú un aliado clave, por su experiencia en diseñar y ejecutar convocatorias que buscan financiar innovaciones. La respuesta a este desafío la tendría el profesor Mirko Zimic, jefe del laboratorio de bioinformática de la Universidad Peruana Cayetano Heredia. “Cuando revisé la convocatoria, se cruzó por mi mente una imagen de infancia”, cuenta Zimic. “El médico usaba una linterna, bajaba el párpado y nos observaba”. En efecto, la cara interna del párpado inferior, dependiendo de su palidez, puede revelar anemia. “Nos propusimos trasladar ese procedimiento clásico a uno que fuera más objetivo”, agrega Zimic.
El resultado —tras ganar la convocatoria y acceder a cerca de 90 mil dólares de financiación— ha sido una aplicación que se usa en un teléfono inteligente, desde el cual se toman fotos de la llamada conjuntiva palpebral (la cara interna del párpado inferior). De acuerdo a su coloración, un algoritmo determina si el diagnosticado padece de anemia severa o moderada. Además, no es necesario que personal técnico o especializado haga el procedimiento.
En una primera fase han probado esta tecnología con casi 600 niños del departamento de Lima. Para contrastar los resultados, a los mismos niños les tomaron muestras de sangre y les hicieron la llamada prueba de la cianometahemoglobina, que se valida en un laboratorio clínico y es, hasta ahora, la prueba más confiable. Todo este proceso les ha permitido calibrar el sistema gracias al uso de inteligencia artificial. Las primeras conclusiones son ilusionantes: el desarrollo del profesor Zimic coincide en más del 90 por ciento de las veces con la prueba de laboratorio, puntualmente, en los casos de anemia severa o moderada.
Para la detección de anemia leve (que es la menos grave) hasta ahora han alcanzado un 87 por ciento de efectividad. Con el propósito de mejorar estos números, preparan una segunda fase de recolección de datos con otros 500 niños.
Este proyecto marcó un hito de cooperación entre el MIDIS e Innóvate Perú. En total, van siete proyectos de innovación social financiados mediante convocatorias públicas, en los que también ha participado el sector privado: desde una compota fortificada con hierro (en la misma línea del combate a la anemia), hasta sistemas de recolección de agua segura para comunidades en la Amazonía. Podría decirse que es un caso ejemplar de “ayni”, es decir, de colaboración mutua entre el sector público, por un lado, y el sector privado y la academia, por el otro.
FUENTE: Cluster Salud