El nuevo coronavirus SARS-COV-2 avanza rápido. En el mundo ha dejado una estela de 185.067 infectados regados por 155 países. Los muertos suman 7.330. En medio del caos hay razones para tener esperanza. La ciencia trata de no quedarse atrás y va pisándole los talones al virus. Pero, ¿Cómo el mundo ha logrado enfrentarse al coronavirus?
Una base de datos construida por petición de la Casa Blanca, en Estados Unidos, y gracias a la política de datos abiertos de centenares de grupos de investigación alrededor del mundo, aglutina ya más de 24.000 publicaciones científicas sobre este nuevo virus. El proyecto se gestó entre la Biblioteca Nacional de Medicina en los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos, que proporcionó el acceso a las publicaciones; Microsoft, que usó sus algoritmos de curación de literatura, y el Instituto Allen de Inteligencia Artificial que los convierte en páginas web y archivos PDF más accesibles.
Esta gran biblioteca virtual, sumada a toda la información que fluye directamente desde las principales revistas médicas y científicas, está permitiendo que investigadores, políticos y ciudadanos de todos los rincones del planeta tengan acceso a los mejores datos posibles.
Una de las noticias más prometedoras, y sorprendentes por la velocidad a la que apareció, es que arrancó un primer ensayo clínico con 45 voluntarios en Estados Unidos para probar una vacuna. La mala noticia: no estaría disponible (si es que funciona) antes de un año a 18 meses.
En cuanto a potenciales tratamientos, han ido surgiendo opciones para que el personal de salud pueda defender de alguna manera a sus pacientes dentro de hospitales y clínicas. Gracias a que ya se ha dilucidado mucho mejor cómo el virus invade células y también los procesos inflamatorios que desencadena, se ha identificado un pequeño arsenal de moléculas, anticuerpos y otras clases terapéuticas con potencial contra el Covid-19. En la lista figuran Kaletra (un fármaco contra el VIH), medicamentos contra la artritis como inhibidores de la interleucina 6 (por su rol antiinflamatorio), inhibidores de la COX-2 (usados en reumatología) o antihipertensivos como Losartán, entre otros.
Por el lado de los expertos en epidemias, que ajustan las estrategias para cerrarle el paso al coronavirus, las noticias también son impresionantes. Decenas y decenas de grupos comparten información y crean modelos matemáticos que le están permitiendo corregir decisiones políticas. Por ejemplo, en Inglaterra, donde el gobierno de Boris Johnson apostó por una estrategia más flexible y voluntaria de distanciamiento social (todavía siguen abiertas las escuelas y muchos lugares públicos) que la China, los científicos del Imperial College de Londres rápidamente le advirtieron: servirá tan solo para reducir el número de fallecidos de 500.000 —en ausencia total de medidas— a 260.000. Ayer el gobierno británico anunció un timonazo en su aproximación.
Otras preguntas importantes para tomar decisiones se han ido esclareciendo. Por ejemplo, ¿se puede contener la epidemia siguiendo el rastro de casos y sus contactos? Joel Hellewell y su grupo del London School of Hygiene and Tropical Medicine, demostraron que si bien esa estrategia funcionó para epidemias de ébola, MERS y SARS, en el caso del coronavirus es crucial pero no suficiente.
¿Quiénes y en qué lugares tienen más contacto físico? Tomando datos de 86.000 participantes en un proyecto que la BBC hizo entre 2017 y 2018, otro grupo de investigadores británicos indagó cuáles son los lugares (trabajo, casa, colegios u otros espacios) de mayor riesgo de contagio, así como el riesgo por edades o si viven en pueblos y ciudades más o menos densificados.
¿Vale la pena revisar a los viajeros de aeropuerto? La evidencia sigue siendo motivo de polémica para el caso del nuevo coronavirus. Al combinar variables como el tiempo de incubación y la proporción de infecciones asintomáticas, entre otras, se encontró que de cada 100 infectados, 56 no serían detectados con estas medidas en los aeropuertos.
Seguir uno a uno los casos de contagiados no ha sido una tarea fácil para ningún país. Y los reportes oficiales de casos, como dependen de la capacidad de cada uno para hacer la prueba de detección, siempre van mucho más atrás que la verdadera dimensión del problema. Ante ese panorama una pregunta legítima sería: ¿cuántos casos hay cuando aparece un muerto?
El investigador británico Thibaut Jombart y su grupo, aprovechando las estimaciones disponibles de la tasa de letalidad, así como la tasa de transmisión de la enfermedad, afirmaron que “una sola muerte probablemente refleje varios cientos de casos”.
Todo esto sin olvidar los grupos que han medido cuánto vive el virus en superficies de diferentes materiales, las mejores formas de desinfección, los mapas para seguir casi en tiempo real el avance de la pandemia y nuevas herramientas tecnológicas aplicadas a salud pública, como drones para desinfectar o robots asistentes en hospitales.
Entre tantas malas noticias, el nuevo coronavirus sin duda nos dejará mucho conocimiento. Mientras la epidemia mundial de gripa de 1918 cobró de 30 a 50 millones de vidas, la ciencia en este punto ya ha evitado miles de muertes, aunque aún no exista una solución definitiv