La apuesta de uno de los primeros ingenieros electrónicos en la medicina, ha salvado la vida de 80 millones de personas en los cinco continentes. Se trata del Dr. Jorge Reynolds el hombre que inventó el marcapasos y cambió la historia y actual director del Centro de Investigación de la Fundación Clínica Shaio. Este hombre, uno de los genios de nuestra época es una muestra clara de que la intuición, la perseverancia y la pasión por la investigación son los elementos necesarios para la evolución de la ciencia y la tecnología.
Cuando la medicina era una rama del conocimiento -prácticamente- exclusiva, Reynolds, hijo de padre inglés y madre colombiana, se dedicó a estudiar cómo crear sistemas y circuitos en Trinity College en Cambridge, Inglaterra. Como él mismo mencionó en esta entrevista exclusiva a la Revista Medicina y Salud Pública “Las personas asociaban a la ingeniería electrónica con la bomba atómica y con reparación de planchas”, debido a que en su época esta era una carrera novedosa diseñada para la vida del futuro.
Nunca se imaginó que haría parte de los anales de la ciencia. Aunque jamás estudió medicina de manera formal, su estrecha relación con reconocidos médicos colombianos lo guió al que sería su destino: la investigación constante sobre el corazón, un órgano increíblemente complejo del que todavía se desconocen muchos de sus misterios.
Ingeniería y medicina, ¿ciencias incompatibles?
Su primer acercamiento con las ciencias de la salud lo tuvo gracias a la Universidad Nacional, sin ningún fin académico. Lo contactaron para reparar equipos médicos para uso en cardiología, de alta tecnología, donados por Rockefeller y cuyo manejo se desconocía en el país suramericano. Sus resultados convencieron al Dr. quien lo llevó a trabajar con él en la naciente Fundación Clínica Shaio, pionera en investigaciones cardiológicas en Colombia y Latinoamérica. Desde ese momento han pasado más de 50 años.
Durante sus labores como ingeniero, el Dr. Reynolds fue nombrado Director del Departamento de Fisiología. Fue, desde ese momento, cuando decidió enfocarse en el estudio del corazón y en la electricidad que produce de forma autónoma. “Para mí fue muy fácil determinar que el corazón funciona con electricidad, bastaba mirar una ecocardiografía. Esos datos solo podrían obtenerse con electricidad de este órgano, cuyo sistema eléctrico funciona con base en la comida que ingerimos”, relató el investigador.
Durante investigaciones -autodidactas en su mayoría- guiadas por los avances científicos en cardiología hechos por el Dr. Albert Hyman -quién diseñó el estimulador de manivela para el corazón- y médicos colombianos y estadounidenses, el Dr. Jorge Reynolds se dispuso a crear un circuito con electrodos internos y una batería externa que permitieran mantener el flujo constante de electricidad al corazón, nivelando sus pulsaciones.
Los ensayos clínicos en animales de los primeros prototipos fueron el método para comprobar la eficacia de su invento. Luego de un año de labores, en 1958, el primer marcapasos fue implantado al sacerdote Gerardo Flórez, paciente proveniente de Ecuador con un bloqueo total. “El jefe de cirugía, Dr. Alberto Bejarano junto con el paciente me convencieron de hacer uso del dispositivo que yo consideraba experimental. Pesaba 50 kilos y funcionaba con una batería de carro que debía recargarse cada 72 horas. Por ese entonces, fui también proveedor de la batería gracias a mi carro” relató el ingeniero.
Sin embargo, la noticia de este caso exitoso no se conoció en Colombia, ni países de América. La primicia la obtuvo en su tiempo el Times londinense.
Ese primer paciente vivió 18 años después del procedimiento y murió a los 101 años de edad, una edad impensable para alguien con tantos fallos cardíacos. Hoy en día, se cuentan como beneficiadas del marcapasos a cerca de 80 millones de personas, una cifra que aumentará hasta que la ciencia y la tecnología siga haciendo uso de este dispositivo.
No es posible nombrar todos los modelos de marcapasos desde el primero hasta el actual. Son miles, elaborados en diferentes países del mundo pero cada uno, mejor que su versión anterior. Si el primero pesaba 50 kilos, el más reciente pesa menos que un grano de arroz”, menciona orgulloso.
Conociendo la complejidad e inmensidad del corazón
Pero, más allá de trabajar con corazones humanos, su otra pasión durante más de 20 años fue el estudio del corazón de las ballenas. Un estudio que facilitó la comprensión del corazón y de sus funciones en el organismo.
“Estudiar el corazón de las ballenas fue una decisión que tomé porque es parecido al humano, solamente 4500 veces más grande. Observar este órgano en estas dimensiones nos permite comprender un poco más de su funcionamiento y así poner en práctica nuevas herramientas sobre el corazón humano”, afirmó el también investigador.
A partir de las investigaciones en cetáceos, el Dr. Reynolds y los equipos de especialistas con los que trabajó el tema, analizaron los posibles cambios que sufre un humano cuando se expone a temperaturas extremas y las conexiones entre los diferentes sistemas eléctricos presentes en nuestros organismos. Cabe resaltar que la labor de Reynolds cambia el paradigma sobre los estudios en modelos animales, ya que su equipo creó varios de los equipos utilizados y además, trabajó con las ballenas siempre en su hábitat.
En la actualidad, a sus 86 años, retirado de sus investigaciones en alta mar, el Dr. Reynolds llega puntual al mismo lugar en el que creó el marcapasos. Lo que fue su primer laboratorio hoy es la sede del Centro de Investigaciones que dirige y supervisa con ojo de águila. Aunque ya no es necesario elaborar complejos circuitos, se mantiene vigoroso en los avances que la tecnología ofrece para la medicina, la unión de dos elementos que ahora resulta imprescindible.
FUENTE: Medicina y Salud Pública