Hay, por supuesto, algunas cosas esenciales: usar una mascarilla, tratar de evitar las horas más congestionadas y seguir las guías de distanciamiento físico, pero ¿Cómo reducir el riesgo de contraer COVID-19 en el transporte público?.
Seguir los consejos de salud pública es lo más importante y esto reducirá el riesgo significativamente. Pero hay otras medidas menos obvias que vale la pena conocer.
El análisis de la investigación del transporte y la psicología de pasajeros pueden ofrecer algunas claves, además de indicar los cambios que debemos llevar a cabo en los próximos meses.
Asuntos de ventilación y flujo de aire
Con una enfermedad como COVID-19, entre más gente respire, tosa o hable en el mismo espacio confiando, mayores las probabilidades de que resultar infectado.
Tu mejor opción, si puedes, es optar por la bicicleta, caminar o un escúter, ya que así podrás mantener la distancia de los otros.
Los autos obviamente también son seguros, siempre y cuando viajes con gente que vive en tu casa. Pero si todos conducimos esto llevará al efecto de la «tragedia de los bienes comunes» de mayor tráfico y mayor costo medioambiental, así que es difícil recomendarlo como una alternativa socialmente responsable.
«Los autos son muy ineficientes al usar la infraestructura urbana. Si todos nos movilizamos en auto, nadie se mueve», dice Carlo Ratti, director del Senseable City Lab del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT).
Si viajas por tren, autobús o metro, un factor que tienes que considerar cuando planees tu ruta es cómo está ventilado, explica Nick Tyler, investigador de transporte de la Universidad de Londres, quien ha hecho modelos de la forma como el virus se propaga en los autobuses.
«Fuera, en el aire libre, las microgotas se disipan en el aire y el viento», dice. «Una vez que están dentro, éstas tienen menos movimiento».
Los diseños difieren pero entre más ventanas, mejor. Por esta razón, un subterráneo es más difícil de ventilar que un tren o autobús en la superficie.
Según un estudio de 2018 realizado por Lara Gosce de la Universidad de Londres, la gente que usaba el metro de la capital británica regularmente tenía más probabilidades de sufrir síntomas de gripe que los que no lo hacían.
En general, los sistemas de ventilación del transporte público terrestre son menos efectivos que los de los aviones.
El aire en los aviones es redistribuido a través de sofisticados filtros HEPA (recogedor de partículas de alta eficiencia) con una cierta frecuencia, lo cual debe bloquear la mayoría de las partículas virales.
«La ventilación en los aviones es muy criticada de muchas formas. En realidad es uno de los mejores sistemas que podemos encontrar», afirma Tyler.
Y a diferencia de muchos trenes y autobuses, el flujo de aire viaja directamente desde el techo al piso. Esto significa que las microgotas son empujadas al piso, lejos de las manos y las caras, más rápidamente.
Un vagón de metro de Nueva York, por el contrario, empuja el aire de forma horizontal, y usa filtros con menor rendimiento que los aviones, clasificados con siete en una escala de 20 en términos de eficiencia.
La ciencia es oro
Cuando analices tu medio de transporte, vale la pena que consideres cuánto se habla y a qué volumen.
Los ambientes ruidosos, donde la gente debe inclinarse y gritar para ser escuchada, tienen mayor riesgo que los espacios silenciosos.
Se piensa que esta es una de las razones por las que los clubes nocturnos, bares o plantas de empacado de carne tan experimentado altos niveles de contagio.
Así, un vagón de tren con cacofonía donde viajan hinchas deportivos que cantan presentará más riesgo que un autobús silenciosos donde los pasajeros leen sus teléfonos.
Dónde sentarse
Una viñeta muy citada de la revista New Yorker dice: «Nunca te subas en un vagón vacío». Lo que implica que no te gustaría descubrir por qué todos han evitado subirse a ese vagón, por ejemplo, por un mal olor, o, en el peor de los casos, porque allí te podrían asaltar.
Ese consejo sigue vigente, por ejemplo si eres mujer y viajas de noche. Pero en la pandemia, evitar las multitudes de otros pasajeros es lo más prudente, si puedes hacerlo.
Además de alentar el uso de mascarillas, muchas autoridades de transporte han introducido señales y anuncios para recordar a la gente que mantenga la distancia física cuando se siente, pero ¿qué otras cosas hay que saber sobre qué asientos elegir o evitar?
Un estudio reciente en China analizó cuánto afecta la proximidad en los asientos en los trenes para el riesgo de transmisión.
Al rastrear los viajes y el lugar del asiento de más de 2.000 personas que tenían el virus en la red de trenes de alta velocidad de China, entre diciembre de 2019 y marzo de 2020, lograron ver cómo el virus se desplazaba entre la gente.
Sentarse en la misma fila, especialmente una adyacente, tenía el mayor riesgo en este escenario en particular.
Al parecer los respaldos entre las hileras en el tipo de tren que estudiaron, un tren interurbano de alta velocidad, pudo haber ofrecido cierto tipo de barrera.
La gente sentada en la misma hilera en un viaje interurbano también necesitaba pasar frente a los otros pasajeros para ir al baño o a buscar refrigerios.
(Es importante notar que los investigadores no descartaron que la transmisión en las hileras era más alta debido a que la gente sentada de forma adyacente tenía más probabilidades de ser familiar o amigo, y que tenían contacto cercano).
Quizás no sorprende que los viajes más largos incrementaron el riesgo, incluso para quienes estaban sentados a dos filas de distancia.
Los investigadores encontraron que después de dos horas, una distancia de menos 2,5 metros y sin mascarilla fue insuficiente para evitar la transmisión.
Algo tranquilizador fue el hecho de que sentarse en el mismo asiento de alguien que tenía el coronavirus no incrementó significativamente el riesgo de contagiarse.
Dónde pararse
Un estudio sobre conducta de pasajeros de metro en la ciudad de Nueva York sugiere que la gente que viaja parada tiene más probabilidad de agarrarse a los postes verticales que a otros asideros, como correas o tiras de resorte.
Aunque se piensa que el virus se transmite principalmente por el fino espray de aerosoles y microgotas que producimos cuando hablamos, respiramos o tosemos, también puede propagarse cuando tocamos superficies que están contaminadas con el virus y después nos llevamos los dedos a la boca o nariz.
Los investigadores también encontraron que los neoyorquinos que deciden pararse en los vagones tienen más probabilidad de permanecer cerca de las puertas, debido a la proximidad de la salida, las divisiones para recargarse o la oportunidad de evitar el contacto visual con los pasajeros sentados.
Así, quedarse cerca de las puertas puede tener beneficios mixtos. Quizás es uno de los espacios mejor ventilados, pero también es el más congestionado.
Se encontró que los hombres tienen más probabilidad de permanecer parados que las mujeres cuando los vagones comienzan a congestionarse.
Quizás se debe a la antigua cortesía social o quizás los hombres prefieren quedarse de pie.
Pero si consideras que los estudios muestran que los hombres se lavan las manos con menos frecuencia que las mujeres, podrías concluir que es mejor no compartir un poste con un hombre que puede tener las palmas sucias.
Lo que se desconoce
Aunque viajar regularmente en transporte público involucra cambios en el riesgo para la gente, por ahora no se sabe cuánto.
Hay cierta razón para el optimismo, como informó recientemente Christina Goldbaum en The New York Times: el rastreo de contactos en Japón, Francia y Austria no encontró vínculos entre los brotes y las redes de transporte público.
Algunos modelos matemáticos también sugieren que el transporte público bien ventilado con el uso de mascarillas presenta menos riesgo que otros ambientes interiores, como un bar concurrido y poco ventilado.
Es posible que los viajes de corta distancia, la ventilación y permanecer callados también ayuden. Pero es necesaria más evidencia.
Lo que es claro es que regresar a las formas prepandemia no funcionará, al menos en el futuro cercano.
Los autobuses en Londres, por ejemplo, han limitado su capacidad a 30%, así que por cada pasajero que regrese a la oficina ahora, necesitarás 2 o 3 autobuses más en la hora punta para mantener el distanciamiento social, o la gente enfrentará retrasos.
E incluso al llegar a su oficina, un trabajador en un rascacielos deberá esperar más tiempo formado para poder entrar a un elevador con distanciamiento social, afirma Tyler.
Quizás debemos ver esto como una oportunidad para repensar el transporte.
«Durante la época de cambios es importante permitir la experimentación en las ciudades», dice Ratti.
«La capacidad de probar algo, ver si funciona y transformar la ciudad es algo que deberíamos conservar en el mundo post covid-19».
Así, aunque hay formas para reducir a corto plazo tu riesgo en el transporte público, una pregunta más importante que debemos plantearnos es si es momento de reexaminar cómo transportarnos de un lugar a otro.
¿Cómo será trasladarse en una ciudad después de un año o dos de enfocarnos en la seguridad y no en la capacidad o la velocidad?
No se sabe pero, por ahora, lo único que podemos hacer como pasajeros es aferrarnos a lo que ha sido comprobado y esperar que el futuro nos lleve a un mejor lugar.